Ver Nápoles y morir…
Nápoles, no las napolitanas.
En realidad, fuera de Nápoles, es algo muy parecido.
Las romanas son invisibles o intocables. Las venecianas palidecen al lado de las extranjeras de paso.
Queda Milán, donde se puede tener suerte, quedándose allí más de cuarenta y ocho horas.
No insistiremos demasiado sobre las italianas, si es lícito hablar así, al no tener ninguno de nosotros preferencia alguna especial por estos modelos femeninos, por razones perfectamente expuestas por J. F. Ravel en su panfleto: Pour l´Italie.
Nunca se separan de mamá, se hacen gordas enseguida, huelen mucho y diez siglos de clericalismo las hacen temblar si un francés les habla de Dolce Vita.
La sociedad romana es distinta. Pero una de dos: o se forma parte de ella y entonces no hay nada que decir, o no se forma y entonces es algo irreductible e inútil de lamentar.
Del Libro: DM
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Que no le de pena!!