lunes, 23 de agosto de 2010

Excitar

Ja, ja, imposible, sois dos...

(Interjección femenina, bastante rara, por cierto)

A las mujeres les gusta lo insólito. Unas veces puede ser el cráneo de Yul Brynner y otras los ojos de ostra de Peter Lorre. También puede ser la reputación de un Don Juan internacional, la de un Premio Nobel, o la de un asceta con fama de incorruptible.

Pero, más que los personajes les excitan las situaciones excepcionales. Cuando más difícil es para un hombre solo desnudar a la fuerza a una mujer, tanto más fácilmente se dejará ella si son varias las manos y los deseos que la rodean.

En esto, el ambiente es capital. La habitación de un hotel con bidet y lámpara llena de moscas no arregla muchos las cosas.

La clave del caso es cuestión de refinamiento. Los orientales hacen acostar a sus favoritas boca abajo y siembran sobre sus espaldas granos de mijo que vienen a picotear las palomas. En cambio, los chinos derraman en el ombligo leche que es lamida por lechoncitos.

Los alemanes fabrican a ritmo industrial accesorios de goma, derivados del arcaico párpado de chivo que los antiguos se ataban en torno a ciertas partes.

A los judíos les gusta iniciar todo combate amoroso con la caricia de un dedo humedecido.

Inspirados en un tema o motivo francés, los italianos practican lo que ellos llaman en expresión vulgar el "pompido telecommando", poniendo entre sus labios el pulgar de su dulce amiga para insinuarle algunas ideas.

Así como la música puede alejar el alma de esta tierra carnal, también puede excitar los cuerpos entorpecidos. Uno de nuestros amigos orquestó una sinfonía nocturna con el mejor de los resultados.

Al encender la primera luz del piso, el magnetófono inicia algo de Bach, cuando la bella se quita el abrigo; luego viene Albinoni con el champán. Después dos bailes con Frank Sinatra. Sara Vaughan une a la pareja y Marlene Dietrich la hace estremecerse.

Mozart eleva el alma por un momento. Lulli quita los escrúpulos y suena de nuevo Bach, para dar comienzo a la noche de los amantes.

Finalmente, el olfato desempeña su papel y nuestro consejo es procurarse incienso en la plaza de Saint-Sulpice antes de todo encantamiento.

Del libro: DM.- Diccionario de las mujeres

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