jueves, 6 de diciembre de 2007

Roca en el pastel

Hace un par de días fue mi cumpleaños –regalos enviarlos por estafeta—la mayoría de las veces, personas te preguntan cual fue tu mejor regalo, o la mejor fiesta que hayas tenido a lo largo de la vida. Pero hay momentos que alguna fiesta o celebración no llega a ser tan agradable.

Recuerdo un día que cuando cumplía 8 o 9 años, una tarde me encontraba jugando con mis amigos como todo infante de esa edad. Enfrente de la casa que vivía estaban construyendo una vivienda que apenas se encontraba en obra negra. No recuerdo muy bien el porque, pero habían unos niños también de mi edad, donde tantos mis compas como los niños albañiles –si se puede usar dicho termino—nos enfrentamos en una guerra de pedradas, rocas y objetos, que parecíamos vendedores ambulantes enfrentándose a la policía por pelear un derecho o espacio, que cada quien cree le pertenece.

Fue un solo momento, que entre rocas voladoras, mi amigo me grito –aguas wey—que sentí como algo golpeo en mi cabeza. Era una piedra. Por lo que me lleve la mano a la cabeza y sentí caliente y pegajoso, al retirarla de la herida recibida veo mi pequeña e inocente manita como mis dedos estaban manchados de sangre. Solté un grito tan fuerte como para dejar escapar mi coraje, susto, y frustración, por no haberme retirado de la batalla infantil de la que era participe.

Mi madre al escuchar en la lejanía mi alarido, corrió en mi auxilio, al ver mi estado con la sangre en la mano, y la alcancía hecha en el cráneo. Fue al frente de la batalla como todo un comandante de un ejército y enfrento al enemigo. Regaño a los niños albañil, y todo volvimos al interior de la casa a curarme, y prepararnos a la partida del pastel. Aunque ya se la habían partido a otro, o sea a mi.

Mamá como acto de bondad, tal vez llena de remordimientos por reprender a esos chiquillos sádicos, violentos, y mugrosos, decidió invitarlos a mi fiesta de cumpleaños. Situación que me incomodo porque se comieron mi pastel, se tomaron las sodas, y se pusieron los gorritos dibujados de imágenes infantiles, por no decir también que arrojaban confeti y celebraban –algo que nunca sabré—un año mas que cumplía, o la victoria que se habían llevado en la guerra estilo espartana.

Lección de todo esto. Se puede partirle la cabeza a un individuo, pero jamás su orgullo por perder. O será a caso que desde entonces me volví mas cabeza dura…
Y ya dije…

1 comentario:

Que no le de pena!!

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