martes, 21 de diciembre de 2010

Coloniales

Si yo hubiera llegado a ser algo en el interior de una colonia hubiera expulsado o metido en la cárcel a todas estas mujeres. Que mis hombres vayan con las mujeres indígenas, que vayan con hombres, con muchachos, con burras, con hojas de higuera, con cualquier cosa, menos con estas mujeres. ¡No se puede ni imaginar el mal que hacen en nuestras colonias!
(Montherlant)

El maestro habla, claro esta, de los círculos de europeas. En los tiempos antiguos, cada día más lejanos, no había ciudad colonial, fuera de Saigón, Tananarivo, Brazaville, Duala o Abidjan, que no tuviera su círculo femenino. Mientras sus maridos trabajaban como administradores, militares o traficantes, las señoras sesteaban a la orilla de la piscina, formando tantos clanes como miembros contaban.

Y se hacían la guerra corrompiendo a los boys de la vecina, robándose el amante en boga llegado de la metrópoli, liándose entre ellas hasta denunciarse mutuamente al día siguiente.

Los coloniales fueron siempre ingenuos incorregibles.

Nos viene a la memoria un tipo excelente, millonario del Camerún, perdido siempre en sus tierras rojas, mientras su mujer prefería pasar seis meses del año en París. Tenía una confianza ciega en ella. Un día que evocábamos en Duala la ligereza de las parisienses, intervino él para decirnos: "A mí, señores, mi mujer no me engaña". Nos sonreimos.

Se sonrojó. "¿No me creéis? ¡Bueno! Apuesto un millón a cada uno que no podéis seducir a mi mujer". Intentamos calmarle, pero no hubo nada que hacer. Se negó a toda contrapartida y nos prometió un talón a cambio de una prueba de infidelidad de su mujer que se pudiera demostrar entre el primero de julio de 1957 y el 30 de junio de 1958.

El buen hombre tenía razón: su mujer valía la suma.

Del libro: DM

2 comentarios:

  1. Hola visite tu blog http://soliloquio21.blogspot.com/ y me resulto muy agradable, tienes información muy interesante, me encantaría que intercambiáramos links con una red de blogs que administro y de esta manera ayudarnos mutuamente a difundir nuestras páginas.
    espero tu gentil respuesta.

    muchos saludos

    Maria Jose
    delpilar1011@hotmail.com

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  2. Ninguna mujer verdaderamente enamorada va a ser seducida por otro. La mujer, por naturaleza, es opuesta al varón. La misma naturaleza le ha dotado de capacidades y particularidades que un hombre le resulta muy dificil comprender. Pero lo que pocos sabemos es que ese mecanismo está programada para un máximo de dos o tres años, que es lo que tarda en pasar la primera etapa de la infancia de los hijos. Pasada dicha etapa, la naturaleza deja a la mujer "desprotegida", siendo relativamente sencillo que el amor la abandone. Por eso ellas insisten tanto en que hay que saber mimarlas, en que hay que saber cuidarlas, en que hay que saber mantener la llama encendida.... etc. etc.
    Si el hombre que tienen al lado no es muy muy muy bueno en eso, es bastante fácil que otro pueda enamorarlas.
    De hecho así sucede alrededor del mundo de instante en instante.

    Saludos !

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Que no le de pena!!

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